Vivimos rodeados de tecnología invisible que damos por sentada. Una de ellas, quizá la más omnipresente, es el WiFi: esa red inalámbrica que nos conecta al mundo sin necesidad de cables. Pero ¿alguna vez te has preguntado quién inventó el WiFi o cómo una tecnología creada por científicos terminó transformando el trabajo, la educación, el entretenimiento y hasta la industria global?
El WiFi no nació en un garaje ni como una extensión del internet, sino en un laboratorio australiano, fruto de un experimento sobre agujeros negros. Lo que comenzó como una investigación científica terminó siendo una revolución silenciosa que hoy sostiene gran parte de nuestra vida digital. Desde sus primeras versiones hasta la llegada del WiFi 6E y el futuro WiFi 7, esta tecnología ha evolucionado no solo en velocidad y eficiencia, sino también en su impacto sobre la economía, la sociedad y el modelo productivo.
En este artículo hablaremos el origen, evolución y funcionamiento del WiFi, así como su papel estratégico en el presente y futuro de las empresas y ciudades inteligentes. Porque entender cómo funciona esta tecnología y hacia dónde se dirige.
Índice de contenido
1. El origen del WiFi: Ciencia, casualidad e innovación.
2. Evolución tecnológica: De IEEE 802.11 al WiFi 7.
3. Cómo Funciona el WiFi: Conceptos Técnicos clave.
4. Impacto social y económico del WiFi.
5. Aplicaciones empresariales: WiFi más allá del hogar.
6. Conclusión: Una tecnología invisible que sigue redefiniéndonos.
A finales del siglo XX, la conectividad inalámbrica no era una necesidad masiva ni una prioridad tecnológica. Sin embargo, una serie de investigaciones científicas, motivadas por intereses muy distintos, dieron lugar a una de las tecnologías más influyentes del siglo XXI: el WiFi. Su invención no fue producto de una búsqueda directa por crear internet sin cables, sino la consecuencia de un experimento científico relacionado con la astronomía.
Todo comenzó en la década de 1990 en el laboratorio de la Organización para la Investigación Industrial y Científica de la Mancomunidad de Australia (CSIRO). Un grupo de ingenieros liderado por John O'Sullivan, en colaboración con Terence Percival y otros científicos, intentaba desarrollar un método para detectar ondas de radio procedentes de agujeros negros evaporándose, una hipótesis basada en la teoría de Stephen Hawking.
Este experimento astronómico exigía desarrollar tecnologías capaces de manejar interferencias de señales de forma precisa. Paradójicamente, aunque el intento de encontrar agujeros negros fracasó, los avances derivados del proceso les permitieron crear un sistema capaz de transmitir datos de forma inalámbrica minimizando las interferencias, una pieza clave para el desarrollo posterior del WiFi.
La técnica desarrollada se basaba en un principio conocido como "modulación multitrayectoria", que permitía interpretar señales reflejadas en múltiples superficies. En contextos urbanos o interiores, donde las señales rebotan constantemente, esta innovación resultó fundamental. Fue así como, sin buscarlo directamente, los investigadores pusieron la base técnica para las futuras redes WiFi.
El CSIRO patentó la tecnología en 1996, lo que convirtió a Australia en uno de los grandes actores silenciosos del desarrollo tecnológico global. Durante años, múltiples fabricantes que utilizaron esta tecnología debieron pagar licencias a la organización australiana, incluyendo gigantes como Apple, HP, Intel y Dell.
El desarrollo de este sistema coincidió con la aparición de los primeros estándares IEEE 802.11, definidos por el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE) en 1997. La convergencia entre estándares internacionales y tecnologías aplicadas facilitó la creación de redes inalámbricas comerciales. La marca "Wi-Fi" fue acuñada poco después por la Wi-Fi Alliance como una manera accesible de identificar la compatibilidad de dispositivos bajo esos estándares.
Un nombre frecuentemente asociado con los orígenes del WiFi es Hedy Lamarr, la actriz e inventora austriaca nacionalizada estadounidense. Aunque no participó directamente en el desarrollo del WiFi moderno, su trabajo durante la Segunda Guerra Mundial en sistemas de comunicación por espectro ensanchado sentó bases teóricas que más tarde influenciarían tecnologías inalámbricas como el Bluetooth y el WiFi.
Junto al compositor George Antheil, Lamarr desarrolló una técnica para evitar la interferencia en torpedos radiodirigidos, que consistía en cambiar de frecuencia de forma coordinada entre el emisor y el receptor. Este concepto, conocido como salto de frecuencia (frequency hopping), es un antecedente técnico en la historia de la comunicación inalámbrica segura.
Aunque sus patentes no fueron aprovechadas en su momento, su trabajo fue redescubierto décadas después y es ahora considerado parte de la evolución tecnológica hacia la conectividad inalámbrica moderna.
El WiFi, desde sus primeros días, ha estado regido por la familia de estándares IEEE 802.11, que definen cómo se transmiten los datos a través de redes inalámbricas. Cada iteración de estos estándares ha buscado mejorar aspectos como la velocidad, la eficiencia espectral, la cobertura y la seguridad.
Cada una de estas versiones ha sido fundamental para responder a las necesidades cambiantes del mundo digital, desde el streaming de video hasta el trabajo remoto.
WiFi 6, lanzado oficialmente en 2019, fue un punto de inflexión. Basado en el estándar 802.11ax, introdujo técnicas avanzadas como:
WiFi 6E, la extensión de WiFi 6, habilita el uso del espectro de 6 GHz, lo que ofrece canales más amplios y menos interferencias, crucial para nuevas aplicaciones como realidad aumentada, gaming en la nube y telemedicina.
El futuro de la conectividad inalámbrica ya está tomando forma con WiFi 7 (basado en el estándar IEEE 802.11be), previsto para generalizarse entre 2025 y 2026. Las promesas de esta nueva generación incluyen:
Esta evolución no solo amplía las capacidades técnicas, sino que redefine cómo interactúan los sistemas digitales entre sí, desde hogares inteligentes hasta fábricas conectadas.
El WiFi opera transmitiendo datos a través de ondas de radio, al igual que la radio FM o la televisión, pero utilizando frecuencias específicas. Las principales bandas en uso son:
La transmisión se realiza en paquetes de datos que son enviados desde el router o punto de acceso hacia el dispositivo conectado (móvil, ordenador, etc.) y viceversa. Esta comunicación es bidireccional y constante, regulada por protocolos del estándar IEEE correspondiente.
MIMO (Multiple Input, Multiple Output) es una tecnología que utiliza múltiples antenas en el router y en los dispositivos para enviar y recibir varios flujos de datos simultáneamente. Esto permite mayor velocidad y estabilidad, especialmente en entornos con varios usuarios.
OFDMA (Orthogonal Frequency Division Multiple Access) divide un canal de frecuencia en subcanales más pequeños, permitiendo que varios dispositivos compartan el ancho de banda de forma eficiente. Es fundamental en WiFi 6 y posteriores, especialmente en redes con alta densidad de dispositivos.
En cuanto a la modulación, el WiFi utiliza técnicas como QAM (Quadrature Amplitude Modulation) para codificar los datos en las ondas de radio. A mayor nivel de modulación (por ejemplo, 1024-QAM en WiFi 6), mayor es la velocidad de transmisión, pero también se requiere mejor calidad de señal.
La seguridad en redes WiFi ha evolucionado junto con los estándares. A continuación, un breve recorrido por los principales protocolos:
A pesar de estas mejoras, el WiFi enfrenta desafíos continuos como:
La gestión eficiente de redes WiFi, especialmente en entornos empresariales, exige el uso de autenticación robusta, redes de invitados bien configuradas y segmentación de tráfico.
Desde su masificación a inicios de los 2000, el WiFi ha transformado radicalmente la forma en que las personas trabajan, estudian y disfrutan del tiempo libre. En el ámbito laboral, ha facilitado la movilidad, impulsando modelos como el teletrabajo, los espacios de coworking y la conectividad remota. Ya no es necesario estar físicamente presente en una oficina para colaborar con equipos globales, compartir archivos en la nube o asistir a reuniones virtuales.
En la educación, la irrupción del WiFi ha sido clave para el desarrollo del e-learning, permitiendo el acceso a plataformas de formación online, clases virtuales y recursos multimedia desde cualquier lugar. Esta accesibilidad ha abierto oportunidades educativas a millones de personas en zonas rurales o con escasos recursos tecnológicos.
En cuanto al ocio, la conectividad WiFi es la base del consumo digital actual: streaming de video y música, videojuegos en línea, redes sociales y navegación constante. Aplicaciones como Netflix, Spotify o YouTube dependen de conexiones estables y rápidas para ofrecer una experiencia fluida al usuario.
El crecimiento del Internet de las Cosas (IoT) sería impensable sin la expansión del WiFi. Dispositivos inteligentes como termostatos, cámaras de seguridad, asistentes virtuales, electrodomésticos y sensores industriales se conectan a través de redes inalámbricas para compartir datos, automatizar procesos y mejorar la eficiencia energética.
En el ámbito doméstico, el WiFi permite gestionar hogares inteligentes desde el móvil, controlar luces, climatización o incluso refrigeradores conectados. A nivel industrial, facilita el monitoreo en tiempo real de maquinaria, logística, inventario y condiciones ambientales, generando entornos de producción más flexibles y seguros.
La evolución hacia WiFi 6 y WiFi 7 potenciará aún más estas capacidades, gracias a mejoras en latencia, capacidad de dispositivos conectados y eficiencia energética.
Uno de los efectos más relevantes del WiFi ha sido su papel en la reducción de la brecha digital, especialmente en regiones donde el acceso a internet por cable es costoso o inviable. Las redes WiFi públicas y comunitarias han sido herramientas clave en proyectos de inclusión digital, educación a distancia y acceso a servicios digitales básicos.
Gobiernos y organizaciones internacionales han impulsado iniciativas para expandir el acceso gratuito o subvencionado al WiFi en zonas rurales, escuelas, bibliotecas y centros de salud. Estas acciones no solo mejoran la conectividad, sino que generan impacto económico y social al facilitar el acceso a oportunidades laborales, educación y trámites administrativos online.
Sin embargo, aún existen desafíos en términos de cobertura, calidad de conexión y equidad digital, lo que mantiene al WiFi como una tecnología en evolución y con mucho camino por recorrer en términos de inclusión y desarrollo sostenible.
En entornos empresariales, el WiFi no solo debe ser rápido: también debe ser estable, seguro y escalable. Las organizaciones dependen cada vez más de infraestructuras inalámbricas para garantizar la continuidad del negocio, la colaboración interna y el acceso seguro a sistemas críticos.
Las soluciones WiFi mesh, compuestas por múltiples puntos de acceso interconectados, permiten ampliar la cobertura sin pérdida de velocidad, evitando zonas muertas y mejorando la experiencia de usuario. Son especialmente útiles en edificios de oficinas, almacenes o centros educativos donde la cobertura uniforme es esencial.
Además, la segmentación de red (por ejemplo, separar redes para invitados, dispositivos IoT y sistemas internos) y el uso de controladores centralizados ayudan a optimizar el rendimiento, aplicar políticas de seguridad y detectar incidencias en tiempo real.
Más allá de la oficina, el WiFi se ha convertido en pieza clave de la Industria 4.0. En fábricas inteligentes, almacenes automatizados y centros logísticos, los dispositivos conectados por WiFi permiten:
Estos entornos requieren redes robustas con latencia mínima y alta disponibilidad, lo que está impulsando la adopción de WiFi 6 y, próximamente, WiFi 7 en instalaciones críticas.
En paralelo, las ciudades inteligentes utilizan redes WiFi para habilitar servicios como gestión de tráfico, control de iluminación pública, vigilancia urbana y conectividad en espacios públicos. Muchas administraciones están invirtiendo en infraestructura WiFi como parte de estrategias de sostenibilidad y eficiencia urbana.
El futuro del WiFi en las empresas apunta hacia:
Estas tendencias reflejan un cambio de paradigma: el WiFi deja de ser solo una herramienta de acceso a internet y se convierte en un componente estratégico de la infraestructura digital corporativa.
Desde sus inicios como un proyecto científico para estudiar agujeros negros hasta convertirse en el estándar de conectividad inalámbrica global, el WiFi ha recorrido un camino marcado por la innovación, la adaptación y la democratización del acceso a la información.
Lo que comenzó como una coincidencia científica en los laboratorios del CSIRO hoy sostiene buena parte del mundo digital: oficinas, hogares, fábricas, escuelas, ciudades enteras dependen de esta red invisible pero omnipresente. La capacidad del WiFi para adaptarse a nuevas demandas —mayor velocidad, más dispositivos, menor latencia— lo ha mantenido relevante frente a tecnologías emergentes como el 5G o el Li-Fi.
En la actualidad, hablar de transformación digital sin contemplar la evolución del WiFi es quedarse a mitad del relato. Esta tecnología no solo facilita la conectividad: es la base sobre la que se despliegan modelos de negocio digitales, ecosistemas de IoT, plataformas de colaboración y entornos de trabajo flexibles.
Comprender su funcionamiento, evolución y potencial futuro permite a las empresas tomar decisiones más informadas sobre inversiones en infraestructura, seguridad de red y digitalización operativa. Y a nivel social, nos ayuda a visualizar un mundo más interconectado, accesible y eficiente.
En definitiva, el WiFi no es solo una tecnología: es un vehículo de cambio cultural, económico y tecnológico, cuyo impacto apenas comienza a revelarse en toda su magnitud.
El WiFi fue desarrollado por un grupo de científicos del organismo australiano CSIRO, liderado por John O’Sullivan, en los años 90. Su objetivo inicial no era crear una red inalámbrica de internet, sino mejorar la detección de señales procedentes del espacio profundo. Durante esa investigación, descubrieron un método para reducir interferencias en la transmisión de datos, lo que más tarde daría origen al sistema que conocemos como WiFi. Aunque Hedy Lamarr y George Antheil contribuyeron con ideas sobre comunicaciones inalámbricas en la Segunda Guerra Mundial, su influencia fue teórica y no directamente aplicada al desarrollo del WiFi actual.
El primer estándar WiFi aprobado fue el IEEE 802.11, lanzado en 1997. Permitía velocidades de hasta 2 Mbps, lo suficiente en su época para transferencias básicas. Sin embargo, fue con 802.11b en 1999, que alcanzaba hasta 11 Mbps, cuando el WiFi comenzó a expandirse comercialmente, especialmente en oficinas y hogares. Desde entonces, se han desarrollado múltiples versiones (g, n, ac, ax, etc.) con mejoras significativas en velocidad, eficiencia, alcance y seguridad, reflejando la evolución de las necesidades digitales globales.
Sí. Cada estándar WiFi tiene límites teóricos de velocidad, pero la velocidad real depende de múltiples factores. Por ejemplo:
No obstante, en la práctica, la velocidad efectiva se ve afectada por elementos como la distancia al router, interferencias de otras señales, la cantidad de dispositivos conectados, obstáculos físicos y la capacidad del proveedor de internet. Además, la calidad del hardware (router, antenas, tarjeta de red) influye directamente en el rendimiento final.
El WiFi se ha convertido en un activo estratégico para las organizaciones modernas. Su papel va más allá de brindar acceso a internet: es el soporte de tecnologías como el trabajo remoto, el Internet de las Cosas (IoT), la automatización industrial y los sistemas de colaboración digital.
Con la llegada de WiFi 6 y WiFi 7, las empresas podrán implementar redes más eficientes, seguras y con menor latencia, ideales para operaciones críticas. Además, tendencias como redes WiFi mesh, WiFi as a Service (WaaS) y convergencia con redes 5G privadas están redefiniendo cómo se gestiona la conectividad empresarial, adaptándose a entornos cada vez más dinámicos, móviles y distribuidos.